Millones de venezolanos están atrapados en medio de una ola de odio que los deshumaniza y convierte en potenciales víctimas del racismo.
El Tren inició su recorrido hace unos 15 años. Con la anuencia silenciosa de las autoridades que no atacaron el problema cuando había tiempo. Salió de una cárcel al sur de Aragua, y se convirtió en la quintaesencia del mal. “El monstruo veneco” bajó por la cordillera andina y luego se devolvió, cruzó selvas impenetrables, subió por la tierra de cárteles y se coló entre las piernas del Tío Sam.
Pero hay una leyenda negra: Antes de que los rieles sintieran el calor del tren, parece que los países del continente eran pacíficas utopías donde no ocurrían delitos, no había femicidios y nada pasaba, sus cárceles estaban vacías.
Olvidaron su historia negra, no recuerdan el origen de la “Corbata Colombiana”, de Pablo E. y sus millones que nutrieron campañas electorales, o del “Paquete Chileno”. No había asesinatos, paracos, guerrilleros o milicos. No recuerdan al camarada Gonzalo. Su virginal paraíso se perdió cuando lo venezolano penetró sus fronteras y comenzó a vibrar la muerte. Así el Adán y la Eva del Sur sintieron miedo.
Migración infiltrada
El Tren de Aragua (TDA), como megabanda, hizo nombre a costa de la vida de cientos de víctimas a quienes robaron y asesinaron durante años sin que las autoridades actuaran, a pesar de que se sabía cuál era su centro de operaciones.
Cuando la banda se expandió por el continente, lo hizo infiltrada entre millones de migrantes que salían de Venezuela. Se alimentó de los pagos que cobraban a quienes cruzaron trochas debido al cierre de las fronteras; se nutrió del tráfico y la explotación de migrantes, muchas de ellas terminaron esclavizadas en miles de burdeles a lo largo de la puritana América Latina.
Su impacto en el crimen continental ha sido moderado, la realidad es que las bandas locales dominan la violencia en sus territorios. Es innegable que el TDA alcanzó renombre debido a su sanguinario actuar ejecutado por venezolanos en otros países, aunque a veces los criminales no eran de esa banda, pero adjudicaban pertenencia a ella para promoverse por la vía del miedo.